Nuevo amanecer

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En la lejana montaña se vislumbra un nuevo amanecer, la luna con gran parsimonia deja de lado la luz que emerge tan sabiamente durante la noche, ella tan sencilla, tan delicada, tan frágil, tan tranquila, así vistiéndose con ése hermoso de color blanco, sencillamente bella, agraciada, esplendorosa, radiante como ella es, tratando de darle coyuntura al sol que está por salir, donde se dibujan esos preciosos y luminosos rayos multicolores que se van reflejando en los cristales de tú ventana y sin más van cayendo poco a poco en el pórtico de tu morada, para hacer una vista sumamente agradable y con gran entusiasmo ves que ya está el día aquí cerca de ti, contigo, dentro de casa, te da la impresión que la mañana será muy agradable, pero aún así es un poco fría, se siente fresco el nuevo día, allá en lo alto apreciamos el cielo magnífico identificado con su enorme color azul, tan azul que se ve tan inagotable, incalculable, tan infinito, que te imaginas que nunca se terminará, y se muestran ya más atrevidos esos reflejos del astro solar, lo sientes tan cerca de ti, que hace deslumbrar tú cabello, tú cara, tú sonrisa, tú cuerpo, donde los grandiosos y fascinantes árboles van dibujando unas siluetas tan exuberantes y espectaculares en el suelo, queriendo jugar con el movimiento del aire que se presenta sublime en éstos momentos, haciendo de ellos esos movimientos tan candentes como una hermosa y fascinante ola del mar, donde esa brisa me confunde y con un gesto amable me acaricia lentamente, y así buscando por doquier esperando un jubiloso gesto tuyo, me deslizo por ese mi camino sereno, queriendo llegar no tan tarde, no tan de prisa, queriendo encontrarte, chocar con esa afable figura tuya, que se dibuja en ese entusiasmo mío.

Nuevo amanecer
Por María Lourdes Nares González