Dos tepiqueños en Francia

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ANTORCHA POLÍTICA
Por Jorge A. Contreras

Dos tepiqueños en Francia, Carlos Corona Ibarra y Enrique Freimann
A finales de 1948 vi un anuncio en la Escuela de Medicina en donde la Alianza Francesa ofrecía una beca para ir a estudiar a París lo que uno quisiera, no era una beca muy alta pero pagaban todo lo que fuera de viajes y algo mínimo para la estancia allá. En ese tiempo conocí a mi esposa cuando yo regresaba de Montreal; tenía unos amigos en Chicago y me quedé allí unos días a descansar y a orientarme entonces la conocí y nos casamos. Mi valoración psicoanalítica de ella parece que fue acertada porque hace ya casi 40 años de ese matrimonio. Antes de irnos a Francia consulté con ella si nos íbamos y me dijo que sí. Entonces vendí mi auto. Tenía cuarenta años menos que ahora, fue un noviazgo rápido, un matrimonio rápido, nos venimos a Guadalajara, y trabajé aquí. Luego nos fuimos a París donde hubo varias anécdotas.

En París en 1948, aunque yo no había visitado a la Virgen de Lourdes todavía, parecía como si ya hubiera ido pues sucedieron cosas que aunque parezcan de fantasía, fueron reales. Nos fuimos a París en barco, hicimos 11 días de viaje precioso, no había avión, ni hubiéramos tenido dinero para el pasaje, pero en fin. El primer día que amanecimos en París, dijimos: y ahora qué hacemos, ya estamos en París; y —como probablemente cualquier latinoamericano lo hubiera hecho— nos fuimos a conocer la Sorbona.
Salimos mi mujer y yo, preguntamos cómo se iba en el metro y cómo se le hacía y por fin llegamos a la Sorbona, anduvimos mirando, recorrimos una calle larga, no recuerdo su nombre, pero está llena de librerías y fuimos caminando viendo por ahí. La primera coincidencia consistió en que mi mujer y yo, habiéndonos conocido hablando en inglés, en esta ocasión tal vez por escuchar el francés, hablamos en español. En un aparador me paré un minuto y le señalé un libro de cibernética que exhibían editado en español, le expliqué que era obra de un autor que yo había conocido en Montreal, y que sabía que iba a escribir ese libro que aun no conocía pero que entráramos a verlo.
Una vez que me prestaron el libro para hojearlo hice comentarios en español, el vendedor de la librería me preguntó en francés muy lento si estábamos hablando español, le contesté que sí y me dijo con mucha vehemencia que esperáramos a su patrón pues se interesaba mucho por la gente que hablara español, a lo cual yo asentí. Salió el patrón vestido medio como oso, con una chamarra muy gruesa y me dijo: —Mi empleado me dice que ustedes hablan español. —Sí señor. — ¿De qué parte son? Yo nada más contesté que de México y él preguntó que de qué parte de México y en dónde había nacido. Yo no quería decirle que en Tepic pues es una capital de estado muy pequeña, y no pensé que alguien la conociera. Cuando le dije que era de un pueblo chico, insistió en saber el nombre y por fin le dije que de Tepic, Nayarit. —Ah, de Tepic, Nayarit, cuénteme que ha pasado con la familia Menchaca. Entonces le conté: —Pues mire señor, fulano ya murió, el otro señor fulano tiene unos hijos, su hijo se casó —y algunas razones más. —Oiga, y de la otra familia Ceceña ¿qué me cuenta? —Bueno, pues el señor todavía vive y está muy enfermo, etcétera. Y me preguntó más: —Usted ¿cómo se apellida? —Corona. —Tú has de ser hijo de Cruz Corona —a lo que contesté: —No señor, ese es mi tío, mi padre es su hermano, Alfredo. —Ah, sí me acuerdo de Alfredo pero creo que era muy joven para ser mi amigo
Cuando le pregunté que cómo es que sabía de la gente de Tepic, me contestó que él era un tepiqueño, le pregunté su nombre y dijo que se llamaba Enrique Freimann. Su nombre me sonó perfectamente familiar y conocido porque se mencionaba en Tepic, y porque su hermana, no recuerdo el nombre, era conocida de la familia y también gente conocida de Tepic. Durante la Revolución el joven Enrique Freimann tuvo que salir, después anduvo viajando por el extranjero, luego se hizo diplomático; era embajador en Buenos Aires cuando murió Amado Nervo por allá, en fin, se hizo un personaje muy importante y yo lo reconocí por el nombre. Él se había casado con la hija del dueño de la editorial donde él ahora trabajaba y dirigía. Además estuvo en Francia trabajando con la resistencia durante la guerra europea, por lo cual estaba muy bien relacionado con De Gaulle y otras personas. Era gente muy importante, y todavía tenía su lugar honorario de Secretario de Cultura en la embajada mexicana.
Freimann era de familia alemana, y efectivamente había una generación viviendo allá en Tepic. Entonces ya me preguntó que qué cosa quería hacer allí, en qué me podía ayudar, y le contesté que iba a estudiar psicoanálisis, pero le quise explicar lo que era psicoanálisis porque no quería yo otra vez volver con algún neurólogo. Pero me dio la sorpresa de que él sabía muy bien lo que era psicoanálisis, porque era editor del ayudante del profesor Delay quien era el profesor de la clase de psiquiatría y de posgrado de la Universidad de París y a quien también le estaba editando un libro de psicoanálisis.
Entonces, cuando yo le dije lo que quería hacer, me dijo: — Bueno, ahorita vamos a arreglar eso, veo que no hablas muy bien el francés. Le dijo al empleado que llamara por teléfono a alguien, a los pocos minutos, tal vez quince, llegó Pierre Martí, entonces lo conocí como Pierre Martí, y luego supe que era un personaje también abriéndose paso; era un joven ayudante en la clínica de la Universidad, ayudante del profesor y estaba graduándose de psicoanalista. Freimann le dijo que yo quería estudiar psicoanálisis y que buscara a alguien que hablara español para psicoanalizarme. Martí mencionó al Dr. Michel Cenac quien hablaba español por su origen vasco y era el encargado de la sociedad de psicoanálisis en París; era el encargado de educación, de lo que ahora es el Instituto de Psicoanálisis en París.
Cenac era una persona muy ocupada y Freimann insistió y le dijo a Martí: —Pues dile que se ocupe aquí de éste porque es mi hijito. Él habló por teléfono y luego fue personalmente, en la tarde me avisaron que ya tenía cita al día siguiente con Michel Cenac para empezar mi psicoanálisis; al día siguiente también llevé mis papeles a la faculté y quedé inscrito en la carrera de postgrado de psiquiatría. Ahí comenzó y quedó estabilizado todo mi futuro por una entrevista accidental. Yo tengo título de Ayudante de Profesor en Psiquiatría de la Universidad de París y el psicoanálisis didáctico y aprobación de mi trabajo. También tenía entrenamiento por los psicoanalistas en la misma clínica de la Universidad.