El Pipiolo de la Murga
F.D.S. Las elecciones y Don Dinero
La democracia no es el simple derecho concedido a los ciudadanos para emitir el voto en un proceso eleccionario. El desarrollo de una jornada electoral no viste a ningún país como un pueblo altamente democrático. El sufragio, que fue una de las grandes conquistas para el ciudadano común, representa un ínfimo porcentaje dentro de la vida democrática de una nación. Así pues, haber logrado la capacidad de cambiar a las personas en el poder cada tres y seis años sin duda es un avance. Avance que se entorpece cuando la mal llamada Clase Política, que ni es política ni tiene clase, se empeña en modificar lo establecido e inventan artilugios para regresar a episodios ya idos como ese de la reelección, esgrimiendo opiniones nada claras en cuanto al beneficio popular; también, al designar cargos como en el Poder Judicial de hasta 10 años de duración; lo mismo, en los nuevos cargos que empatan con los existentes para la aplicación de la Ley y que les asignan periodos de 7 y hasta diez años y ninguno de esos pasan por el escrutinio popular, por ninguno de ellos votamos los ciudadanos de a pie. Usted, ellos, yo y ninguno de los seres vivos que deambulamos en los ranchos, pueblos, colonias y ciudades sin algún cargo de
importancia y reconocidos con nuestra credencial para votar con fotografía, somos llamados para elegir mediante voto personal, libre, secreto, directo e intransferible a los ministros, magistrados y jueces; tampoco a los Consejeros Electorales, responsables de los
Derechos Humanos, Transparencia, Fiscalías Especiales, Fiscalización y todos esos menjurjes que inventan para acallar las voces que tímidamente se alzan en protesta de algo y por algo. Debemos de notar que al ciudadano peatonal, no nos está permitido votar para elegir personas en esos cargos, porque son cargos de alta especialidad que deben ser nombrados por personajes de reconocida capacidad técnica como lo son nuestros diputados locales y federales y nuestros senadores, de la misma manera, porque al emitir el voto y elegir a quienes dice la Constitución son nuestros representantes populares, les dimos todo el poder para que ellos pongan y quiten a quienes otros de mayor escala les indica o, implemente, adquieren el derecho a designarlos cuando de repartirse cargos se trata. Todo esto ha encarecido la democracia en México, pero en donde ya es insoportable el gasto, sin duda es en las grandes sumas de dinero público destinado a los procesos electorales, no solamente los miles de millones que se llevan los partidos y sus candidatos, no, agréguele el sostenimiento de la alta, mediana, baja y la insignificante burocracia que pulula en los organismos electorales. Así sí es muy costosa la democracia que desafortunadamente son gastos que no se reflejan en una mejor salud, mejor educación, mejores servicios; son enormes erogaciones que no se transforman en bienestar para la población, al contrario, la presencia de Don Dinero en las elecciones, no mejora la democracia y tampoco la vida de los mexicanos.
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