Mantengamos la Esperanza por los Niños

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Mantengamos la esperanza por los niños
Por Miguel Ángel Navarro Quintero

En 2016 entraron en vigor los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por la Organización de las Naciones Unidas. Estos se establecieron con la intención de dar rumbo a la comunidad internacional en situaciones de enorme importancia, marcando el camino a seguir hacia el año 2030, con el fin de ofrecer esperanza y mejores condiciones de vida a sus habitantes, considerando al mismo tiempo, preservar el medio ambiente y reducir las desigualdades.
Estos 17 objetivos vinieron a robustecer y sustituir a los ya conocidos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), haciendo una propuesta actualizada e incorporando nuevas variables de genuino interés social. Los nuevos objetivos son contundentes y fortalecen una política universal humana que logre como parte de sus prioridades, poner fin al hambre, terminar la pobreza, promover el bienestar para todos, abatir las enormes desigualdades, adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático, lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean sostenibles ,así como promover sociedades justas que garanticen una educación inclusiva, equitativa, de calidad y que brinde oportunidades para todos.
Debemos alcanzar estos objetivos trabajando cotidianamente en ellos, en ambientes democráticos en el que en la libertad nos exijamos una responsabilidad que todos tenemos que cumplir; donde los gobiernos deben mantener un liderazgo ético para lograr la función de articular el esfuerzo mediante la confianza ciudadana hoy que parecería tan difícil de obtener, que administre con tino, eficiencia y resultados tangibles, los recursos públicos que cada vez son más escasos para encarar los enormes desafíos. Además, es necesario tener a nuestro alcance indicadores que midan el avance para la toma de decisiones oportuna, teniendo reportes periódicos que permitan ubicarnos, en el lugar exacto que estamos como país y lo que es necesario abordar con certeza e inmediatez para evitar profundizar la crisis social en la que nos encontramos, al mismo tiempo que garanticemos la esperanza y un futuro promisorio para nuestra niñez, escenario que a estas alturas desafortunadamente no podemos garantizarles, resultando hueco y sin contenido cualquier discurso desde la esfera gubernamental.
En el último reporte del centro de investigación de UNICEF publicado recientemente, concluimos que los niños de México enfrentan un lamentable estado de abandono social, generado por una acentuada desigualdad económica que propicia falta de oportunidades a sus padres. Este informe que considera a 41 naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y dela Unión Europea (UE), ubica a México vergonzosamente en diversos indicadores con retrasos y retos muy importantes que nos deben hacer reflexionar y tomar acciones inmediatas para evitar delicados y graves lamentos. Por citar unos datos, este reporte señala que México está en el lugar 40 de 41 países en su objetivo por promover el trabajo decente y el crecimiento; en el número 41 de 41 en su desempeño por poner fin al hambre e igualmente en el último lugar en su reto por reducir las desigualdades.
Estos indicadores nos hacen ver que hay todavía miles de mexicanos que viven en la desesperanza y la desigualdad, presentando sin duda un escenario futuro de alto riesgo con daño social irreversible, que puede llegar a impedir el desarrollo favorable de la infancia, en un momento en que nuestra responsabilidad presente ante ellos, exige de resultados palpables e inmediatos.
La UNICEF ofrece información muy valiosa que debe sacudir nuestra conciencia, obligándonos a unificar criterios y voluntades que edifiquen presente y futuro de la niñez con el propósito de que el desarrollo sea sostenible en ambientes de democracia social plena. Sin duda la irritación social creciente que estamos viviendo es entendible ya que 1 de cada 3 niños mexicanos se encuentra en una inseguridad alimentaria. Hace unos días, la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, durante el Foro Político de Alto Nivel celebrado en la sede de Naciones Unidas mencionó que “el principal motor de cambio…para la erradicación de la pobreza y la construcción de una prosperidad compartida debería ser el final de la cultura del privilegio, de la evasión fiscal, de los flujos financieros ilícitos y la corrupción”. No podemos estar más de acuerdo con esos conceptos incorporando entre otros, el fin de la impunidad y el abuso del poder que privilegia los excesos en el buen vivir de los que gobiernan y la dolorosa precariedad de gran parte de los gobernados.
Por lo anterior, debemos decidir cómo país corregir el rumbo y lograr un cambio verdadero que represente resultados sociales para todos sin distingos. No aceptemos la mala distribución y aplicación de los recursos económicos, ni que el tamaño de la necesidad social y de la exclusión social crezcan sin poder contenerse. El hambre y la enfermedad se multiplican como pandemia en diferentes regiones del mundo donde México destaca por la falta de oportunidades y altos grados de corrupción y abuso autoritario en nuestro modelo político, mostrando una insensibilidad y ausencia de compromiso por tratar de evitar que el hilo se reviente por lo más delgado y sensible como son los niños. Cuidemos el gasto social como inversión productiva, ellos habrán de reconocerlo; no aceptemos la desigualdad, garanticemos armonía desde ahora con una democracia social equilibrada con programas y resultados medibles que garanticen la buena nutrición, la educación de calidad, la salud plena y cada uno de los 17 objetivos de Desarrollo Sostenibles.
Mantengamos la esperanza de los niños, aquí no cabe la demagogia ni la simulación, demos gobernabilidad a México dando justicia, aún estamos a tiempo.