México del Norte

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México del Norte
Jorge Mújica Murias

Los Que Se Van
Desde 1990, cuando el congreso de Estados unidos creó el TPS, Estatus de Protección Temporal, cientos de miles de inmigrantes se han beneficiado. El TPS, manejado por el Departamento de Estado, otorga residencias anuales limitadas a los inmigrantes víctimas de desastres naturales o humanos alrededor del mundo, y que se encuentran en este país sin documentación legal. Entre los desastres naturales están terremotos, inundaciones graves, huracanes y otros, y entre los humanos se encuentran guerras, dictaduras sangrientas y conflictos armados.

Claro, hay países, como México, que por más terremotos y huracanes y dictaduras disfrazadas les acontezcan no tienen nunca la fortuna de ser asignados un TPS. Pero Haití, El Salvador, Honduras y Nicaragua si lo han disfrutado. O lo habían, mejor dicho. Para enero de 2019, exactamente un año, 50 mil Haitianos, 57 mil Hondureños y 2 mil 550 Nicaragüenses deberían abandonar el país, porque la administración de El Trompas Donald Trump decidió terminar sus TPS. Y para septiembre, según anunció el régimen del Trompas esta semana, 250 mil salvadoreños también se tendrían que ir.

Es parte de las políticas anti-inmigrantes del Trompas. Como no pudo deportar a los dos millones de “malos hombres” que dijo que iba a deportar en su primer año de administración, anda buscando a ver no quién se la debe sino quién se la paga. No los DACA o Dreamers, por supuesto. Ellos son su moneda de negociación para remediar otro fracaso, no haber podido en todo un año conseguir fondos para su dichoso muro en la frontera. Mientras le sirvan como monedita de negociación, El Trompas insistirá en que los DACA se queden.

Además, El Trompas no está renovando los TPS de Guinea, Liberia y Sierra Leona, lo cual agrega otro chorro de potenciales deportados. Porque claro, ex TPS que se quede, en teoría, podría ser inmediatamente deportado.

Esta emigración forzada sería, por supuesto, una catástrofe para millones, no cientos de miles. Según el Centro de Estudios Migratorios, (CMS) entre un 81 y un 88 por ciento de los TPS de El Salvador, Honduras y Haití son trabajadores, un porcentaje más alto que el de la población general de Estados Unidos, donde solamente un 63 por ciento trabaja. Y sería una terrible pérdida para la economía del país. De acuerdo con el Centro por el Progreso Americano (CAP), reemplaza a estos trabajadores costar 967 millones de dólares, y en diez años el costo alcanzará 164 billones.

Los Que Se Quedan
Curiosamente, casi al mismo tiempo que se elimina el TPS de los salvadoreños, la administración de El Trompas anunció que los portadores de visas H-1B no se tendrán que ir. Las visas H-1B son posibles de extender más allá de los originales 6 años con que se otorgan. Todo depende de que los patrones de esos trabajadores pidan las extensiones año con año. De hecho, es casi igual que los TPS, que también se extienden año con año.

Entre otros, medio millón de hindús pueden entonces respirar con tranquilidad. Se podrán quedar siempre y cuando le caigan bien a sus patrones. Y a los patrones les caen bien. La mismísima Cámara de Comercio de Estados Unidos, la mayor organización patronal del país, hizo declaraciones en favor de los trabajadores con H-1B el mes pasado, diciendo que “sería muy mala política deshacerse de los trabajadores con altas calificaciones que han estado trabajando por años en Estados Unidos”.

De los latinoamericanos de TPS ni pío.

Entre las declaraciones en favor de los H-1B también se dijo que “deportar miles de trabajadores inmigrantes le costaría mucho a sus países de origen”… De los latinoamericanos ni pío.

Dos cosas son claras, pues. Los trabajadores H-1B son, efectivamente, altamente calificados. En su competencia por mantenerse tecnológicamente a la par mundial, Estados Unidos necesita técnicos. Muchos de los H-1B son programadores de computación y otros oficios lindos y bien pagados. Lo otro que es claro es que El Trompas no se ha dado cuenta de que también los meseros y las recamareras son necesarios, y no se dará cuenta hasta que los hoteles le digan a los huéspedes que tienen que tender sus propias camas, y que los restaurante le pidan a sus comensales que laven sus platos antes de irse.

Son las chorradas de la ley migratoria gringa. Otra cosa clara es que en un par de semanas habrá algún tipo de anuncio sobre otros trabajadores, los H-2B, trabajadores agrícolas, cuya escases ya es notoria.

Y una última, que posiblemente el muro del Trompas no será ni el de “los lamentos” ni el de “la desgracia”, sino que será cortesía de los Dreamers de DACA, que chance se queden a cambio de la barda…