SE REALIZÓ POR PRIMERA VEZ «EL DÍA DEL MARINO» EN BOCA DE CAMICHÍN, MUNICIPIO DE SANTIAGO IXCUINTLA, NAYARIT

1583

PRIMERO DE JUNIO EN MI EXISTENCIA.
SE REALIZÓ POR PRIMERA VEZ «EL DÍA DEL MARINO» EN BOCA DE CAMICHÍN, MUNICIPIO DE SANTIAGO IXCUINTLA, NAYARIT. Originalmente fue Día de la Marina.
ASÍ FUE…
Por Gregorio Miranda Navarrete
A La Boca llegué a mediados de septiembre de 1974.
En una semana ya tenía organizada la escuela; la maestra Ofelia atendería a los alumnos de primer grado y mientras yo atendía a los de tercero y cuarto, hacía los trámites para contratar a una maestra comunal. Al poco tiempo llegó. Se llamaba Rachel Avalos Bañuelos y era estudiante de cuarto grado en la Escuela Normal Abierta que funcionaba en Tequila, Jalisco.
El mes de octubre estuvimos trabajando con entusiasmo y me la pasaba del lugar donde dormía -instalaciones bien acondicionadas de la cooperativa pesquera- a la escuela; no iba a los bailes ni asistía a las cantinas disfrazadas de restaurantes a beber ni una cerveza que es la bebida más solicitada.
Para el mes de noviembre junto con las maestras, preparamos el programa que realizaríamos el día 20. Llegado ese día todos los habitantes de La Boca se dieron cita en la escuela para presenciar el programa. Por los aplausos yo estaba seguro de que había sido de su agrado; para confirmarlo pregunté a uno de los jóvenes que pasaba junto a mí qué le había parecido el acto. El joven -Antonio Rentería- muy tranquilo me contestó: “Valió madre”. ¿ Por qué dices eso, acaso algo no salió bien? «Sí -dijo Toño- pero no hubo baile…”
Yo todavía no entendía que la gente de la costa es diferente a la del centro del país. A los costeños les gusta el baile, la cerveza y las mujeres en exceso.
A pesar de todas estas contrariedades. Yo continué con mi ritmo habitual de trabajo. Al mismo tiempo buscaba la solución para poder atraer a la comunidad a la escuela.
Afortunadamente conté con la amistad sincera y la experiencia del señor Madera. Con él platicaba todas las noches y entre su sabiduría me surgió la organización de una fiesta que fuera original y propia de la comunidad, la que eso era lo único que podría convencer a los de La Boca de que yo estaba con ellos. Me pareció buena idea, sólo que no atinaba a dar con la fecha más apropiada.
La del 20 de noviembre no podía ser ya que la vecina población de Los Corchos esa fecha había adoptado y no había forma de desplazarlos.
Un día de tantos el señor Madera me sugirió el Día de la Marina que se celebra el primero de junio de cada año. Esa era la solución, el señor Madera dio en el clavo.
Después de Plantear a las maestras el proyecto que ya bullía en mi cerebro, ellas estuvieron de acuerdo y procedimos a darle forma para luego exponer nuestros planes ante la asamblea general.
En enero de 1975 expusimos el plan a los habitantes de La Boca y la respuesta fue de completa aceptación; todos estuvieron en la mejor disposición para colaborar. Hicieron infinidad de sugerencias. Ahora sí todo mundo me saludaba y me buscaban para platicar. Por fin logré romper el hielo al que paradójicamente me había enfrentado en zona de clima tórrido.
Se nombró un comité que se encargaría de los festejos y mi intervención era esporádica, pero siempre estuve al pendiente del avance en la organización.
En tanto se realizaban los preparativos para la gran fiesta del primero de junio, las maestras y yo organizamos una campaña de aseo que se llevó a fondo contando siempre con la de todas las amas de casa y hasta de los padres de familia y jóvenes en general.
Fue una bonita cruzada en la que nos vimos envueltos todos: maestros, alumnos y habitantes de la comunidad. Claro que hubo detalles chuscos que tomamos con filosofía, como el de aquella insistente petición de un grupo de jóvenes que tercamente se ofrecían a limpiar el pozo de una de las maestras.
Era clara su alusión aunque con el dolo que caracteriza a los costeños.
Resulta que la maestra Reynalda -que llegó en sustitución de la maestra Ofelia- una hembra hermosa, soltera y bien formada, tenía a su cargo un sector del terreno de la escuela; por coincidencia en esa parte se encontraba el pozo artesanal de donde sacábamos el agua para el aseo de las aulas; de ahí que los jóvenes con seriedad bien disimulada solicitaran asear el pozo de la maestra Reynalda. Por supuesto que no se los permití.
También ese año de 1975 llevé a los alumnos de la escuela a los juegos de volybol y futbol que año con año se celebran en la zona escolar el día 24 de febrero. No puedo olvidar el impacto de mi escuela en los demás concursantes. En lugar del banderín acostumbrado que Identificaba a cada comunidad, nosotros llevamos en su lugar una enorme mandíbula de tiburón.
Desafortunadamente ese fue el único impacto a la hora de los juegos nos dieron hasta por debajo de la mandíbula. En volybol nos dejaron en cero y en futbol después de ir seis a cero perdiendo pero luchando, nos regresamos a nuestra comunidad a seguir practicando para el año venidero.
El primero de junio de 1975 se realizó por primera vez la fiesta del Día de la Marina en La Boca de Camichín. Ese día abanderamos a la cooperativa de pescadores y estrenamos la banda de guerra y el equipo de sonido que don Luis Echeverría, Presidente de la República, nos había enviado en respuesta a nuestra solicitud.
Fue un día maravilloso, el desfile se hizo en pangas por la barra; hubo exhibición de esquí, competencias de natación y de remo.
Por la noche, antes del tan solicitado baile, se presentó el grupo de danza de la escuela de Los Corchos que con el profe Manuel Sartiaguín al frente, había obtenido el primer lugar estatal en el concurso de danza y bailes regionales.
Ese mismo mes fue la clausura de cursos y mi despedida de La Boca. Otra vez dejaba parte de mi vida y me llevaba otra nueva experiencia. Es incuestionable que en ese lugar, mi conducta cambió notablemente; el profe serio y retraído se había convertido en otro hombre, conversador y un poco jacarandoso.